lunes, 12 de julio de 2010

Campions del món


Un poble, una nació,
 
Espanya,
 
un somni, una il·lusió,
 
ser campions del món.


Gracias, gràcies, grazas, eskerrak.

jueves, 1 de julio de 2010

Mossos d´Esquadra



Como no tenían milicia, ni policía, ni uniformes, los nacionalistas y los separatistas tuvieron que inventarse una institución catalana que se convirtiera en la tropa catalana. Se rescató del olvido un cuerpo odiado por muchos catalanes, los “Mossos d´Esquadra”.

Los “Mossos d´Esquadra” se crean a partir de la victoria de las tropas borbónicas sobre las austracistas en 1714, en la guerra de sucesión, principalmente para evitar desmanes en las zonas rurales pero también se dedicaron a perseguir y ajusticiar a todos los austracistas o migueletes que caían en sus manos.

En aquella época se conocía al cuerpo como “Esquadres de Catalunya”.

Vieron la luz en la población de Valls, cercana a Tarragona, siendo su fundador Pere Anton Veciana i Villa, alcalde del pueblo, expansionándose exclusivamente por toda Cataluña, y ya a mediados del siglo XVIII, 16 eran los destacamentos del cuerpo existentes en todo el Principado y más de 125 los integrantes del mismo. La expansión del cuerpo fue aumentando a finales del XVIII y a principios del XIX.

No hay duda del origen borbónico del cuerpo, aunque se intente negar su propia historia, de forma oficial en su página web, pero la historia es la que es, y Nuria Sales retrata en su libro “Història dels Mossos d´Esquadra” que fueron y que representó este cuerpo:

“El origen de las escuadras es tan felipista como su fundador: en la guerra de sucesión se llamaban escuadras las partidas de paisanos armados felipistas”.

Los colores de los “mossos” (azul y rojo) pertenecen a los de la corona francesa, que como relata Nuria Sales:

“A través de las épocas, quedan como constante en el uniforme de los mozos de escuadra los colores azul y rojo (colores borbónicos), el gambeto y la curiosa mezcla de alpargatas y sombrero de copa”.
















Manuel Milà i Fontanals, personaje principal de la “Renaixença”, recogió en el libro “Romancer Català” una poesía popular titulada “Expedició a Portugal” en que se habla de la vestimenta de los “Mossos” y su indiscutible vinculación española:

“Barcelona ciutat gran, bandera n´hi ha parada
bandera de foc i sang, que es senyal de guerra mala,
Som soldats
Som soldats del Rei d´Espanya
Som soldats.
No serà tan mala, no, com el Rei l´ha cridada
A barcelona anirem, minyons, a sentar-ne plaça,
uniforme portarem, per servir al rei d´Espanya:
espardenya blava al peu, veta fins a mitja cama,
el barret engalonat, com a mossos de l´esquadra.”


(“Barcelona ciudad grande, bandera hay parada
bandera de fuego y sangre, que es señal de guerra mala,
somos soldados
somos soldados del rey de España
somos soldados.
No será tan mala, no, como el rey la ha llamado
A Barcelona iremos, muchachos, a sentar su plaza,
Uniforme llevaremos, para servir al rey de España:
alpargata azul en el pie, veta hasta media pierna,
el sombrero engalanado, como mozos de la escuadra”).


Los “Mossos” existieron hasta 1868 en que el general Prim decretó la disolución de las “Esquadres de Catalunya”, basándose en que la Guardia Civil, creada por el Duque de Ahumada, militar de ascendencia catalana, hacía la misma función que los “Mossos” y que era pagada por el Estado, mientras los “Mossos” los pagaban los ayuntamientos y las diputaciones, aunque influyó mucho su carácter borbónico.

Cuando renacieron en 1875, con el advenimiento de los Borbones al trono, solo fue Barcelona y su propia Provincia donde volvieron a asentarse, ya que las otras tres provincias catalanas con sus respectivas Diputaciones, optaron por la presencia única de la Guardia Civil produciéndose por tanto un incremento en la expansión territorial de este cuerpo. El tema económico fue básico en esta determinación, al igual que en su disolución de 1868. Mientras la Guardia Civil era pagada por el Estado, los "Mossos d’Esquadra" recibían su salario de la Diputación de cada provincia, de ahí que Tarragona, Gerona y Lérida prefirieran utilizar esa partida de sus presupuestos en otras incidencias ya que la seguridad venía pagada por el Estado con la Guardia Civil. Barcelona con más recursos, siguió pagando a los "Mossos d'Esquadra”.

Con la proclamación de la II República, los “Mossos” mostraron su rechazo al nuevo régimen debido a su histórica fidelidad monárquica, excepto el capitán de las escuadras de La Garriga, el capitán Escofet, que se ganó, traicionando a sus superiores, el mando de las escuadras.

Los “Mossos d´Esquadra” son un cuerpo policial que se creó como una fuerza monárquica y española.

Los catalanes que combatieron "per l'honra d'Espanya"


Bandera de los voluntarios catalanes

El 11 de septiembre de 1714 las autoridades de la Barcelona asediada por las tropas del Rey legítimo Felipe V tenían clara su idea de España, tal como lo expresaron a sus conciudadanos y defensores en su último bando:

"... la deplorable infelicitat de esta ciutat, en que avuy resideix la llibertat de tot lo Principat y de tota España, ...

...a fi de derramar gloriosament sa sanch y vida, per son Rey, son honor, per la patria y per la llibertat de tota Espanya,..."

No ha sido esa ocasión, tan magnificada en los tiempos recientes cuan silenciados estos párrafos, la única en la que los catalanes combatieron decididamente a favor de la España de la que Cataluña es parte natural y consustancial. Antes y después los catalanes han sabido que, llegado el caso, debían tomar las armas y seguir la bandera de España, como por ejemplo (entre otros muchos que podríamos referir) aquellos que se alistaron para formar una unidad expedicionaria para Cuba donde se desató la guerra. Eran conocidos popularmente como los Tercios Catalanes que, integrados en el Ejército español, participarían en la luego llamada Guerra Grande, de 1868 a 1878, para defender la españolidad de Cuba y, en consecuencia, la integridad territorial de España.


La bandera, cuando estaba
expuesta en el Museo de Montjuich


Al ser una Unidad de voluntarios se dotaron de ciertas peculiaridades en su uniforme, como la típica barretina roja, verdadero símbolo de la catalanidad. Como todos los batallones del Ejército, su bandera era de los colores nacionales de España, en cuyo centro iban las armas del Principado y en sus esquinas las de las cuatro provincias catalanas: Barcelona Tarragona, Lérida y Gerona y que hasta ahora ha estado conservada cerca de los descendientes de aquellos valientes, en el recientemente cerrado Museo Militar de Montjuich. Fueron tantos catalanes como la fuerza de un batallón denominado oficialmente de Voluntarios Catalanes Cazadores de Barcelona, pero volvieron sólo 40. Eso es sacrificio por España.

Aquel capítulo de la Historia fue entonces tan significativo que se dijo que esos catalanes fueron a Cuba "vetllant per l'honra d'Espanya" y merecieron el cuadro conmemorativo "Embarque de los voluntarios catalanes en el puerto de Barcelona" que el catalán Ramón Padró pintó en 1870, con Montjuich al fondo, y que pertenece al Museo Marítimo de las Atarazanas de Barcelona. Y su presencia en Cuba no pasó desapercibida pues hubo referencias a ellos en marquillas de los puros allí confeccionados. El mismo Padró ilustró un artículo en la prensa de la época, que decía:


"LOS VOLUNTARIOS CATALANES EN CUBA”


Ilustración de Ramón Padró


...presentamos hoy en esta página un retrato, del natural, de uno de los bravos hijos de Cataluña que se alistaron desde luego bajo la bandera de España, para combatir la inicua insurrección que estalló en las vegas de Yara, contra la integridad y la honra de la patria.

Como ven nuestros suscritores, los voluntarios catalanes traen a la memoria, con su histórico traje, el recuerdo de aquellos valientes almogávares que a las órdenes de Roger de Flor realizaron fabulosas hazañas en la hermosa Grecia, en las postrimerías del imperio de los Paleólogos.

Y si la ocasión lo presentase, (...), estamos seguros de que los voluntarios catalanes renovarían en nuestros tiempos los heroicos hechos de sus indomables antecesores y se oiría de nuevo el ¡desperta ferro! de los antiguos almogávares.

Réstanos decir que el retrato a que se refieren estas líneas pertenece a uno de los arrojados voluntarios catalanes que tomaron a los insurrectos cubanos la canoa y bandera de que..."

Aquellos voluntarios catalanes y su defensa de España merecen ser recordados en su justa medida.

Antonio de Capmany de Montpalau i de Surís


Antonio de Capmany y de Montpalau i Surís, (1742-1813) fue un militar, filósofo, historiador, economista y diputado de las Cortes de Cádiz representando a Cataluña nacido en Barcelona el 24 de noviembre de 1742, de familia barcelonesa y gerundense. Estudió Lógica y Humanidades en Barcelona entrando posteriormente en el ejército. Como subteniente de la infantería de Cataluña participó en la guerra con Portugal en 1762 pero volvió a la vida civil en 1770, y pasó a ocuparse, por encargo del gobierno, de la organización de una colonia de catalanes en sierra Morena en el contexto de la repoblación que Carlos III había planeado para las tierras altas de Andalucía, para lo cual también se introdujeron varios miles de colonos católicos alemanes y flamencos.

Ingresó en la Real Academia de la Historia, de la que en 1790 fue nombrado secretario perpetuo.

Dedicó varios estudios a la lengua castellana, por los cuales, así como por la calidad de su ingente producción, fue incluido por la Academia Española en el Catalogo de autoridades del idioma.

Fue un apasionado defensor de la lengua y la cultura española en una época de preponderancia cultural francesa en toda Europa. En 1806, dos años antes de la invasión francesa, envió varias cartas a Godoy denunciando el afrancesamiento de las costumbres españolas y reclamando una política de recuperación de los valores nacionales españoles:

“Me atrevo a exponer a V.E. algunas ideas, hijas de mis ardientes deseos de volver los españoles a sus antiguos afectos y carácter (…). No es sola la fuerza física de los cuerpos, sino la fuerza moral de los ánimos, la que constituye la fuerza de una nación: no basta el poder de las armas ni la destreza en su manejo para construir la potencia de una monarquía, si faltan el espíritu, la confianza y el brío en los que han de defenderla (…). En otro tiempo la religión hacía obrar prodigios; el apellido de ¡Santiago! Convocaba y alentaba los guerreros; el nombre de ¡Españoles! Inflamaba porque envanecía; y el recuerdo de la Patria infundía deseos de salvarla al noble, al plebeyo, al clérigo y al fraile. (…). Hoy que es moda, gala y buena crianza celebrar todo lo que viene del otro lado de los Pirineos, y olvidar afectadamente todo lo que huele a nuestro suelo (…). ¿Qué le importaría a un Rey tener vasallos si no tuviese nación? A ésta la forma, no el número de individuos, sino la unidad de las voluntades, de las leyes, de las costumbres y del idioma, que las encierra y mantiene de generación en generación (…). Donde no hay nación no hay patria: porque la palabra “pays” no es más que tierra que sustenta personas y bestias a un mismo tiempo.”

Se rebeló contra la invasión francesa y de su pluma salieron, en aquellos bélicos años, varios opúsculos patrióticos dirigidos a defender España con la palabra ya que a su edad, la invasión napoleónica le sorprendió en Madrid a los sesenta y siete años, le impedía hacerlo con las armas.

En el primero de ellos, Centinela contra franceses, escribió:

“No es éste tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza, ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar el don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores: desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada y los otros con la pluma. Ya vino el día en que pueden salir del pellejo los corazones y puedo yo añadir que he llegado dichosamente a la época de mi edad en que el hombre de bien y el buen ciudadano, ni por esperanza de mejor fortuna, ni por temor de la muerte, debe hacer traición a su conciencia. ¿Qué diría de mí la patria? ¿Qué pensarían los buenos y los malos de mi silencio? ¡Yo mudo ahora! ¡Yo, que hace tantos años que no he empleado la pluma y mi celo sino en honra y gloria de mi nación, ahora sin dar señales de vida en el momento en que el enemigo de la Europa maquina su esclavitud o su desolación! ¡Manos a las armas y Dios bendiga la noble intención de tan santa empresa!

Con esta guerra volveremos a ser españoles rancios a pesar de la insensata currutaquería, esto es, volveremos a ser valientes, formales y graves. Tendremos patria, la amaremos y defenderemos (...).Tendremos costumbres nuestras, aquellas que nos hicieron inconquistables a las armas y a la política extranjera. Cantaremos nuestras jácaras, bailaremos nuestras danzas, vestiremos nuestro antiguo traje. Los que se llaman caballeros montarán nobles caballos, en vez de tocar el fortepiano y de representar caseros dramas sentimentales apestando a francés. Volveremos a hablar la castiza lengua de nuestros abuelos, que andaba mendigando ya, en medio de tanta riqueza, remiendos de jerga galicana (…) Nuestra lengua volverá a ser de moda cuando el ingenio y seso de los españoles produzca obras dignas de la posteridad, y cuando la moral y la política, cuya jurisdicción vamos a fijar, salgan en traje y lenguaje castellano. (…).

¡Oh, incautos españoles! Aún creo que no habéis temido todo lo que podríais temer de las inicuas ideas de Bonaparte, hecho dueño de España. Preveíais éstos y los otros trastornos, contribuciones, conscripciones, abolición de vuestras leyes, ruina de vuestra santa Religión, pérdida de las Américas, etc., etc. Pero, ¿estabais seguros de que no había de poner la España por el modelo de los demás países que domina mediata o inmediatamente? ¿Estabais seguros de que, tomando en todo por pauta a su organizada Francia, no os dividiría en departamentos, distritos, prefecturas, etc., quitando el nombre y la existencia política a vuestras provincias y acaso el nombre mismo de España, imponiéndola el de Iberia o Hesperia, según la manía pedantesca de sus transformaciones, para que así nuestros nietos no se acordasen de qué país fueron sus abuelos? (…).

¡Españoles ilustres, provincias que os honráis con este timbre glorioso y que juntas formáis la potencia española y que, reduciendo vuestras voluntades en una sola, haréis para siempre invencible la fuerza nacional: unión, fraternidad y constancia!”

Poco después, insatisfecho con lo escrito, publicó una segunda parte en la que amplió el llamamiento bélico a sus compatriotas:

“Vuelvo a tomar la pluma, amados lectores, más de agradecido que de confiado. Bien sé de mí que no había dicho todo lo que podía, ni todo lo que exigía la importancia del asunto, ni con toda la vehemencia de que era capaz mi indignación (…).

¡Oh, ilustres y valerosas provincias! Ni los libros, ni los políticos, ni los filósofos os enseñaron la senda de la gloria. Vuestro corazón os habló y os sacó del arado y de los talleres para el campo de Marte, y os dijo: sangre generosa, sangre española, ¿para qué la conservo en vuestras venas, sino para derramarla en defensa de la Patria que os dio el ser y juntamente el valor? (…).Vosotros habéis hecho ver ahora al mundo que el pueblo es la nación, pues de su masa sale todo: el sacerdote, el magistrado, el guerrero y hasta la sabiduría (…).

Para conseguir la verdadera independencia de nuestra nación por los siglos de los siglos es preciso comenzar por la reforma de nuestras costumbres, no sólo como cristianos, sino como políticos (…).Corrijamos nuestras costumbres volviendo a ser españoles de chapa y de calzas atacadas (…).Mudemos la piel vieja, que en cierta gente muy leída aún huele a francés (…).Si tarda más tiempo en venir nuestra redención, gracias a la agresión de nuestros pérfidos aliados, no sólo se acabará de estragar la lengua española, sino que se hubiera acabado de todo punto con el refuerzo de gabachos que venían a sentar sus reales en nuestra casa como en la suya propia, pues no sólo se había alterado la índole y frase, mas también el vocabulario castellano, con la pestilencia de tanto traductor jornalero y de la adulterina parla de tanto joven que volvía de la romería de París transformado en arlequín (…).

¿Podría mi pluma olvidarse de tributar el debido honor y reconocimiento a los guerreros que están a la vista del enemigo y en campaña, y a los alistados que vuelan a los ejércitos a ser compañeros de sus gloriosos trabajos? ¡Oh, vosotros todos, hermanos de armas y de voluntad, hijos, no de Marte, que es mentida deidad, sino de España, madre verdadera de varones esforzados! (…).

La patria os está mirando, bizarros guerreros, y los que no podemos acompañaros con las armas, os seguimos con los corazones (…). Adonde quiera que os lleve la Fortuna, lleváis la patria con vosotros. Cuando perecierais todos, iremos los viejos, los niños y las mujeres a enterrarnos con vosotros, y las naciones que trasladen a esta desolada región sus hogares y su servidumbre, leerán atónitas: AQUÍ YACE ESPAÑA LIBRE. Y yo doy aquí fin a este escrito por no morirme antes de tiempo.”

El 4 de septiembre de 1812 pronunció un virulento discurso contra los españoles partidarios de José Bonaparte:

“Mi enfermedad no es física, es moral, es enfermedad de amor, de amor a la Patria (…). Necesito, para dilatar y refrescar mi corazón, besar las piedras de Madrid rescatado (…). ¡Qué me importa que hayan salido de la Capital los enemigos armados de la España por una puerta, si entran por la otra los enemigos de la Patria (…)! ¡Yo me despido de ti, corte de Fernando, cabeza y centro de los Patriotas españoles! Seré yo el desterrado mientras vivan otros dentro de tus muros, indignos de ser tus moradores (…). Claman justicia los niños que quedaron sin padre, que murió por la Patria, o en batalla, o en la horca (…)”

No pudo Capmany regresar a su añorado Madrid y disfrutar de la victoria final sobre los invasores. Murió en Cádiz el 14 de noviembre de 1813.

Su lápida rezaba:

“Aquí yace el filólogo Antonio Capmany y Montpalau, diputado por Cataluña en las Cortes generales y extraordinarias. Sus obras literarias y sus esfuerzos por la independencia y gloria de la Nación perpetuaron su memoria”.

Sus restos fueron trasladados años después al cementerio del Este de su ciudad natal.