Alain Minc, asesor
político, economista, empresario y escritor francés, en un artículo publicado
en La Vanguardia:
Un error fatal
‘Pocos extranjeros
hay más prohispánicos que yo y, entre ellos, menos aún que estén tan
convencidos como lo estoy yo de que Cataluña ha sido el estímulo de España.
Estímulo en materia de valores democráticos, de espíritu emprendedor, de
apertura al mundo, de dinamismo cultural… De ahí mi incomprensión y mi pesar
por el error fatal que se vislumbra en el horizonte.
[...] Nadie sabe si
la Europa federal existirá algún día. Con sus veintisiete miembros, la Unión
Europea y, con sus dieciséis miembros, la zona del euro son construcciones sui
géneris que nada tienen en común con una federación y cuyo funcionamiento exige
estados miembros tan fuertes como sea posible. Reconfiguradas con una
multiplicidad de pequeños participantes, estas construcciones se necrosarían
desde dentro.
Otra idea fatal: la
convicción de que la Unión, con Francia a la cabeza, acogería de buen grado a
una Cataluña independiente. Ya no estamos en los tiempos de la Guerra de
Sucesión de 1700, con una Francia que soñaba con una España débil. Ocurre más
bien lo contrario: a París le interesa una España fuerte para reforzar el arco
mediterráneo de la Unión ante Berlín y su hinterland en Europa central. En
cuanto a la propia Unión, sólo puede actuar como un freno para cualquier
iniciativa de independencia por miedo a un efecto dominó de un país con
problemas de unidad a otro, lo que la debilitaría dramáticamente.
Tercera idea falsa:
una Cataluña emprendedora y extravertida encontraría mejor su lugar en la
globalización que a través del Reino de España. He aquí una ilusión infantil.
No son Israel o Singapur quienes lo desean. Las empresas de una Cataluña
independiente no se beneficiarían de un mercado interior potente, ni de un
sistema financiero de primer nivel mundial, ni de una incubadora de alta
tecnología como es Israel. ¿Por qué los grandes actores económicos tomarían el
camino de Barcelona después de un espasmo de semejante violencia? A sus ojos,
Cataluña sería sinónimo de riesgos, y las medidas fiscales anunciadas en el
marco del actual pacto de gobierno constituyen, desde esta perspectiva, el peor
de los mensajes.
[...] Cuarta idea
falsa: Cataluña se financiaría mejor en los mercados internacionales, ya que
estaría libre de toda conexión fiscal con Madrid, y sería más rica.
Sin embargo, esto
presupone tener un crecimiento fuerte que alimente sus presupuestos. ¿Cuál
sería el motor de este crecimiento? Ni el mercado interno, ni la inversión
extranjera. Si la economía catalana, ya sospechosa a los ojos del mundo, se
estancara, no encontraría ningún recurso en los mercados y debería ir a
mendigar ayuda, pero no a una Unión Europea de la que no formaría parte, sino a
un Fondo Monetario Internacional que la trataría con rigor. Es una infantilidad
creer que las dificultades actuales de financiación de Cataluña sólo se
explican por un desequilibrio fiscal con Madrid.
Quinta idea falsa: la
creencia en la irresistible voluntad popular, la idea de que, ante una victoria
en un referendo, ninguna regla institucional se resiste. Es una visión muy
robespierrana creer que la democracia se reduce al sufragio universal. En
realidad, desde Montesquieu sabemos que el funcionamiento democrático impone a
la vez el respeto del sufragio y la aceptación de reglas de derecho. Un
referendo ganado unos puntos por encima de la mayoría no puede borrar los
límites que establece la Constitución española, el veto de no pocos estados
miembros, las reticencias de Bruselas…
[...] ¿Qué es un
error fatal? Una decisión, a menudo tomada en periodos de crisis, que tiene
carácter irreversible y cuyas consecuencias son incalculables. La independencia
de Cataluña se ajustaría, sin duda, a esta definición’.
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