EL CONDADO DE BARCELONA
Los primeros condes de la Marca Hispánica carecen de interés; se poseen escasos datos sobre ellos, a duras penas se ha podido confeccionar una cronología incompleta.
El primero en adquirir cierta relevancia histórica es el conde de Barcelona Wifredo el Velloso (878-897) de origen visigodo, fue hijo del conde Sunifredo de Urgel. En 870, Wifredo había sido nombrado conde de Urgel-Cerdaña en sustitución del conde Salomón, recientemente fallecido.
La gran extensión de los dominios de Wifredo, su personalidad, y el hecho de que Barcelona fuera la única ciudad importante de la Marca, y que su conde ostentara normalmente el título de Marques (Marchio), es decir, encargado de la defensa de la frontera, hizo que el Condado de Barcelona adquiriera una especial relevancia.
Hizo progresar la reconquista con la toma de Ripoll y de los condados de Manresa, Osona y los campos de Tarragona. Reconquistó varias plazas de gran importancia estratégica, como Montserrat, construyó y fortificó castillos para organizar la defensa del territorio, repobló varias comarcas (Cardona, Osona) con hispani regresados del otro lado de los Pirineos.
En los territorios que gobernó lo izo en nombre del rey franco, del cual fue vasallo.
Después de una revuelta de Bernardo de Gotia contra el rey Carlos II el Calvo (877) y su sucesor Luis el Tartamudo, al cual los rebeldes se negaron a reconocer, Bernardo de Gotia fue desposeído de sus cargos, y Wifredo fue nombrado Conde de Barcelona, Gerona y Ausona, sin ser desposeído del Condado de Urgel, que confió a su hermano Miró.
La época de Wifredo coincide con la Capitular de Quercy y con el desmoronamiento del Imperio; con el inicio del feudalismo. Los señores feudales aprovecharon las circunstancias y se convirtieron en verdaderos reyezuelos, independizándose cada vez más de la lejana Corte Real. Fue este un hecho generalizado en todo el Imperio y no un hecho exclusivo del Condado de Barcelona. Estas circunstancias fueron aprovechadas por algunos condados para proclamarse efectivamente independientes, tales como baja Borgoña (Arles) en 877, la alta Borgoña (Dijon) en 888, Saboya en el siglo siguiente, etc. Pero los condados de la Marca Hispánica, incluido el de Barcelona, no se les ocurrió o no les interesó declararse independientes.
Wifredo fue el primer conde hereditario de Barcelona y, por lo tanto, el fundador de la dinastía condal barcelonesa.
El hijo de Wifredo llamado Wifredo II, o también Borrell I, heredó los condados de Barcelona, Gerona y Ausona; otro hijo, Miró, los de Cerdeña, Besalú y Conflet; y un tercer hijo, Sunifredo, el de Urgel. Se iniciaba así la nefasta costumbre de la dinastía condal barcelonesa de división de posesiones.
En el condado de Barcelona sus primeros sucesores fueron, pues, Borrell I (898-912), Suniario o Sunyer (912-954), hermano del anterior; Miró I (954-966) y Borrell II (954-992) hijos ambos del anterior.
Probablemente el primer conde que intentó una autonomía real de la Marca Hispánica fue Borrell II, que trató de seguir los pasos de navarros y aragoneses nadando entre las aguas del califato y los restos del imperio; también como ellos trató de hacerse súbdito del Papa en lugar del rey.
Era Borrell II hombre ambicioso y con indudable experiencia política, primero en solitario, como conde de Urgel, y luego de Barcelona, Gerona y Ausona, junto a Mirón, al parecer la personalidad dominante. Pero al morir su hermano decidió poner en marcha sus planes y asegurarse un dominio más allá del Llobregat. Para ello quería crear una provincia eclesiástica propia, pidiendo al Papa que liberase a sus obispos de la dependencia del arzobispado de Narbona, pero no lo consiguió.
Las dificultades episcopales no impidieron que Borrell II se entregara a su sueño de poder político. Para ello puso en marcha una doble estrategia: ruptura paulatina con los francos, soliviantando al pueblo de Barcelona contra el Imperio, y paz con el califa de Córdoba, Al Hakem II.Pero en el 976 Al Hakem II murió, y el hombre fuerte en Córdoba, califa en nombre del califa, se llamaba Almanzor. Durante algunos años dejó creer a Borrell II que lo consideraba un aliado, mientras el conde barcelonés iba rompiendo amarras con la corte carolingia. Cuando consideró que la población de Barcelona estaba suficientemente alejada de la obediencia a su rey Lotario, en el 985 lanzó una de sus clásicas ofensivas fulminantes y entró a sangre y fuego en la Marca Hispánica.
Borrell II pidió ayuda a su rey legítimo, pero éste dejó que el vanidoso Borrell probara sus propias fuerzas ante un ejército enemigo. El resultado fue terrible. Almanzor saqueó a conciencia los campos en torno a Barcelona. No hubo piedad para los vencidos. Barrios enteros fueron saqueados, los barceloneses murieron o fueron capturados y enviados a Córdoba como esclavos. Finalmente, la ciudad entera fue entregada a las llamas, ardiendo en su interior todos los documentos y bienes guardados allí.
Destruida Barcelona, Almanzor procedió a una sistemática devastación de la Marca Hispánica.Borrell II pidió de nuevo ayuda a los francos, pero éstos, sumergidos en los habituales problemas sucesorios, no mostraron especial conmiseración por un conde desleal.
Borrell II dedicó sus últimos años a lamentar sus desbocadas ambiciones, a recuperar cautivos y a reconstruir lo que pudo, monasterios sobre todo. Sus descendientes heredaron una autonomía de hecho, pero arruinada.
Alrededor del año 1010 el Conde Ramón Borrell III saqueó Córdoba, devolviendo la visita de Almanzor a Barcelona en tiempos de Borrell II, y al parecer volvieron con un importante botín.
A Borrell II sucedió Ramón Borrell III (992-1018) y a éste, su hijo Berenguer Ramón I (1018-1035). Ambos carecen de interés.
El hijo de este último, Ramón Berenguer I el Viejo (1035-1076) heredó los condados de Barcelona y Gerona. La prácticamente olvidada Reconquista fue reemprendida por este conde con la eficaz colaboración de los demás condes de la Marca, así como la de los condes de Carcasona, Tolosa, Foix, Narbona y Comenges. Logró ensanchar los dominios hacia el Segre, Ribagorza y campo de Tarragona.
La historiografía nacionalista le ha atribuido un Código de usos y costumbres de Barcelona, basados en el derecho romano y en el “Forum Judicum” visigodo, que se conoce con el nombre de “Usatges”. Sin embargo tras las investigaciones de Fernando Valls Taberner, la historiografía actual estima que, como resultado del cambio feudal que introdujo nuevos usos y costumbres, probablemente se efectuó, a mediados del siglo XI, una primera redacción de algunas normas jurídicas que, compiladas y ampliadas en el siglo XII (en tiempos de Ramón Berenguer IV) formaron el Código Usatici Barchinonae, traducido al catalán en el siglo XV y rebautizado entonces con el nombre de “Usatges de Barchinona”.
Ramón Berenguer I dejó conjuntamente como herederos a sus dos hijos Ramón Berenguer II (1076-1082), llamado “Cabeza de Estopa”, y Berenguer Ramón II (1076-1096) llamado el “Fraticida”, aunque existían ciertos privilegios en favor del primero.
A Berenguer Ramón II se le imputa el asesinato de su hermano el 6 de diciembre de 1082 en una cacería entre Sant Celoni y Hostalrich. Este conde conquistó Tarragona, convertida en un montón de ruinas. Se enfrentó con el Cid que le venció y le hizo prisionero, debiendo pagar un fuerte rescate. Se alistó en la primera Cruzada, muriendo oscuramente en Palestina.
A este le sucedió, Ramón Berenguer III el Grande (1096-1131), que fue el más sobresaliente de los condes barceloneses, solo superado quizá, en algunos aspectos, por su hijo. Era hijo de Ramón Berenguer II, Cabeza de Estopa.
Siendo entonces las Baleares un nido de piratería musulmana determinó su conquista, para la cual pidió ayuda al Papa. Se concentró en Barcelona una poderosa fuerza naval compuesta esencialmente por naves de Pisa y Barcelona. Ramón Berenguer III fue el jefe de la expedición que, entre 1114 y 1115, conquistó brillantemente Mallorca e Ibiza. Conquista efímera, empero, ya que se perdió poco más tarde.
La recién conquistada Tarragona fue cedida en feudo al Obispo de Barcelona San Olegario. Elevada a la antigua dignidad de sede metropolitana, el Papa Gelasio II nombró a San Olegario Arzobispo de Tarragona (1118). Las diócesis catalanas pasaron a integrarse en la nueva provincia eclesiástica restaurada, desgajándose de la de Narbona.
Ramón Berenguer III recuperó el señorío de Carcasona, obtuvo el Condado de Besalú (1111), y el de Cerdaña (1117), así como el de Provenza (1113).
En las disposiciones testamentarias Ramón Berenguer III dividió sus posesiones entre sus dos hijos: Ramón Berenguer IV heredó los condados de Barcelona, Carcasona y Rasés; su segundo hijo Berenguer Ramón heredó Provenza, Arles y los vizcondados de Milhau, Gavaldán y Carlat.
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