lunes, 1 de noviembre de 2010

La Guerra Gran

Con este nombre se conoció en Cataluña la que ha pasado a los libros de historia con el nombre de Guerra de la Convención o Guerra del Rosellón. En ella los catalanes participaron con entusiasmo en defensa de su religión, su rey y su Patria contra los revolucionarios franceses.
Tras el estallido revolucionario de 1789, Francia naufragó en un torbellino de violencia que alcanzaría su punto álgido en 1793, cuando el gobierno llamado de la Convención, dirigido por Robespierre y Marat, decidió zanjar la cuestión monárquica haciendo pasar a Luis XVI y su mujer por la guillotina.

La ejecución del último Capeto provocó la repulsa en toda Europa, especialmente en España igualmente gobernada por la dinastía borbónica.

La guerra contra España, paralela a la sostenida contra Austria, Prusia y Gran Bretaña, comenzó con la declaración de guerra por parte francesa el 7 de marzo de 1793. El pueblo español, de larga y profunda tradición católica y monárquica, recibió con entusiasmo la noticia de la movilización contra la Francia regicida y se lanzó a alistarse en los batallones de voluntarios.

Una de las regiones donde se vivió esta movilización con mayor espíritu patriótico, aportando con generosidad donativos y soldados, fue Cataluña por el triple motivo de su situación fronteriza, que la convertía en principal escenario de las operaciones, su secular sentimiento antifrancés y el carácter religioso y tradicionalista de sus habitantes.

Por toda Cataluña se oía el grito de “¡A matar franceses!”, llegándose incluso a pegar pasquines exigiendo la expulsión de los franceses que hubiese en territorio español y la declaración de guerra contra los enemigos de Dios y de los reyes. La influencia de la opinión pública catalana fue grande en el Gobierno español sobre la necesidad de lanzarse a la guerra contra Francia, pues no todo los consejeros de Carlos IV se mostraron partidarios de ella.

La ofensiva principal se desarrolló en Cataluña, de donde afluyeron miles de voluntarios –al grito de “¡Déu, Pàtria y Rei!- para luchar contra la República francesa cantando coplas como éstas:

“Aquells francesos malvats
son nostros majors contraris,
han comés tantas maldats
alevosas y execrables.
Valerosos catalans,
anems tots á la campanya
á defensar nostre Deu,
Lley, Patria y Rey de Espanya”

(Aquellos franceses malvados son nuestros mayores contrarios, han cometido tantos males alevosos y execrables. Valerosos catalanes, vamos todos a la campaña a defender nuestro Dios, Ley, Patria y Rey de España).

“¡Al arma, al arma, espanyols!
¡Catalans, al arma, al arma!
Que lo frenetich frances
nos provoca y amenassa.
Privinguda en la frontera
la millor tropa de Espanya,
tothom espera impacient
la ordre de entrar á la Fransa.
No temau espanyols, no,
mallograr esta campaña,
que la fortuna constant
favorable os acompaña”

(¡Al arma, al arma, españoles! ¡Catalanes, al arma, al arma! Que el frenético francés nos provoca y amenaza. Provenida en la frontera la mejor tropa de España, todo el mundo espera impaciente la orden de entrar en Francia. No temáis españoles, no, malograr esta campaña, que la fortuna constante favorable os acompaña”.)

En julio de 1793 se formó un cuerpo de voluntarios barceloneses bajo el lema “Por la Religión, el Rey y la Patria”. El llamamiento y la respuesta se repitió por todas las comarcas catalanas, que aportaron miles de “miqueletes” que tendrían gran protagonismo en la lucha, sobre todo tras la retirada del ejército de Ricardos y la entrada en territorio español de las tropas republicanas.

Los catalanes contaban, además, con un motivo añadido para lanzarse contra la Francia revolucionaria, pues vieron en esta lucha la ocasión de recuperar las comarcas norpirenáicas que habían quedado bajo soberanía francesa tras la guerra de 1640-1652.

El Diario de Barcelona publicó el 6 de Julio, con motivo de la toma de Bellaguarda por las tropas de Ricardos, tres sonetos, uno en catalán y dos en castellano, celebrando la victoria. Las esperanzas de recuperación de las comarcas catalanas perdidas el siglo anterior y de liberación de Francia del gobierno revolucionario quedaron expresadas en estos versos:

“Ja del bronse tronant la força activa
rompé de Bellaguarda la alza roca;
y rendida la foch viu, que la sufoca,
la guarnició se entrega, y s´fa cautiva.
Lo Gall Francés abac la cresta altiva
de son orgull, que á tot lo mon provoca,
y devant del Lleó no bada boca,
si que fuig aturdit quant ell arriba.
Vallespir, Roselló, la França entera
del valor español lo excés admira;
ja espera resistir, ja desespera,
ja brama contra el Cel pero delira;
que lo Cel es qui vol que torne a España
lo Roselló, Navarra y la Cerdeña”

(“Ya del bronce tronante la fuerza activa rompió de Bellaguarda la alta roca; y rendida al fuego vivo, que la sofoca, la guarnición se entrega, y se hace cautiva. El Gallo Francés abate la cresta altiva de su orgullo, que a todo el mundo provoca, y ante el León no dice esta boca es mía, sino que huye aturdido cuando éste llega. Vallespir, Rosellón, la Francia entera del valor español el exceso admira; ya espera resistir, ya desespera, ya brama contra el Cielo, pero delira, que el Cielo es quien quiere que vuelvan a España el Rosellón, Navarra y la Cerdeña”.)

En numerosas localidades norpirenáicas, siglo y medio después de su separación de España, se recibió a las tropas de Ricardos como liberadoras al grito de “¡Viva España!” y manifestando su voluntad de convertirse en súbditos de Carlos IV, como en Roca d´Albera, Sureda, la Menera, Costoja y Sant Llorenç de Cendans.

Un testimonio de un testigo presencial, publicado en la Gaceta de Madrid en abril de 1793, describió así la recepción de las tropas españolas en Sant Llorenç:

“Las tropas de S.M. habían sido recibidas, particularmente en la Villa de S. Lorenzo de Cerdá, con la mayor alegría; el pueblo sobre las armas, y los sujetos distinguidos gritando viva el Rey, viva España, viva la Religión, lloraban de gozo cuando oyeron a su legítimo vicario en la Misa la oración por el Rey y por el Pontífice (…)”.

A pesar de los rápidos triunfos del ejército español se combatió a Francia sin mucha convicción debido a la amenaza de su gran enemiga en los mares durante todo el siglo XVIII, Inglaterra.

Los resultados militares empezaron a torcerse: la contraofensiva francesa, ante la falta de suministros del ejército español, logró penetrar en tierras de Guipúzcoa y del Principado –por el Valle de Arán, la Cerdeña y el Ampurdán- y, además, el invicto general Ricardos falleció repentinamente de pulmonía en marzo de 1794, así como su sucesor el general O´Reilly pocos días después.

En julio de 1795 Godoy firma la Paz de Basilea, según la cual las tropas galas se retiraron de España a cambio de la cesión a Francia de la parte española de la isla de Santo Domingo.

2 comentarios:

  1. Luego dicen los separatistas que los catalanes nunca han sentido a España...
    Gracias por el blog.

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  2. No hay ningún pueblo de nuestra Nación que haya luchado con más valor y honor por España que el catalán.

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