Jacinto Verdaguer: poeta, figura capital de la “Renaixença” y principal recuperador de la lengua catalana como lengua literaria.
Nació en el pueblo barcelonés de Folgueroles el 17 de mayo de 1845 en el seno de una familia humilde de campesinos.
A los once años ingresó en el seminario de Vic, tras lo que se ordenaría sacerdote en 1870. Ejerció de capellán de la Compañía Transatlántica (1873-1875), propiedad del marqués de Comillas, de cuya familia fue posteriormente confesor y limosnero.
Comenzó a ser conocido a causa del premio recibido por varias de sus poesías en los Juegos Florales de 1865, lo que se repetiría en años posteriores causando sensación que el autor de tan notables obras fuese un joven campesino.
Nació en el pueblo barcelonés de Folgueroles el 17 de mayo de 1845 en el seno de una familia humilde de campesinos.
A los once años ingresó en el seminario de Vic, tras lo que se ordenaría sacerdote en 1870. Ejerció de capellán de la Compañía Transatlántica (1873-1875), propiedad del marqués de Comillas, de cuya familia fue posteriormente confesor y limosnero.
Comenzó a ser conocido a causa del premio recibido por varias de sus poesías en los Juegos Florales de 1865, lo que se repetiría en años posteriores causando sensación que el autor de tan notables obras fuese un joven campesino.
Recibiría el título de maestro en Gay Saber en 1880.
En esos años, inspirado por sus travesías oceánicas entre la península y Cuba, comenzó a esbozar un largo poema épico titulado “Espanya naixent” (España naciente), primera forma de lo que, tras una elaboración de varios años, acabaría siendo “La Atlántida”, monumental poema, premiado en los Juegos Florales de 1877, que le valdría el reconocimiento general tanto en España como en el resto de Europa.
Se trataba de una visión mitológica del hundimiento del Continente perdido y la futura misión americana de España y Colón. Éste, tras el relato de un anciano sobre el mítico Continente, ofrece a Génova, Venecia y Portugal tender un puente sobre el océano Atlántico hasta las tierras del otro lado del mundo, pero sólo encontrará comprensión y ayuda en Isabel la Católica, “la reina de les reines que hi ha hagut” (“la reina de las reinas que ha habido”).
“Vet aquí, Colom, mes joies;
compra, compra alades naus;
jo m´ornaré amb bonicoies
violetes y capblaus”.
(“Colón, mis joyas te doy
para que naves aprontes;
yo me adornaré desde hoy
con violetas de los montes”).
Y con estos versos finalizó la epopeya:
“Lo savi ancià, que des d´un cim l´obira,
sent estremir lo cor com un lira;
veu a l´Angel d´Espanya, hermós i bell,
que ahir amb ses ales d´or cobrí a Granada,
eixamplar-les avui com l´estelada
i fer-ne l´ampla terra son mantell.
Veu morgonar amb l´espanyol imperi
l´arbre sant de la Creu a altre hemisferi,
i el món a la seva ombra reflorir;
encarnar-s´hi del cel la saviesa;
i diu a qui s´enlaira sa escomesa:
-Vola, Colon…ara ja puc morir!”.
(“El sabio anciano, que le contempla desde una cima,
siente estremecer su corazón como un lira; ve el Ángel de España, hermoso y bello, que con sus alas de oro ayer cobijó a Granada, extenderlas hoy por el firmamento, y a la amplia tierra hacer de ellas su manto. Ve brotar, junto con el imperio español, el santo árbol de la Cruz en otro hemisferio, y el mundo florecer a su sombra; encarnarse en él la celeste sabiduría; y dice a quien se lanza a su encuentro: -¡Vuela, Colón…ahora ya puedo morir!”).
Sus versos religiosos (Idil.lis i cants mistics, Caritat, Sant Francesc, Flors del Calvari, Lo somni de Sant Joan, Jesús Infant, Al cel, Eucarístiques, etc.), alcanzaron cimas de misticismo que le convirtieron en el digno heredero de la gran poesía religiosa española de los siglos de oro.
La manipulación nacionalista.
Dedicó muchas de sus páginas a cantar con excelsa inspiración las costumbres, el paisaje, la historia y las leyendas de su tierra, lo que ha servido a los manipuladores de hoy para presentar a Verdaguer con ropajes nacionalistas que dejarían estupefacto al interesado si pudiese enterarse de la grosera falsificación que todo tipo de agitadores políticos perpetran diariamente con su persona y su obra, con los gobiernos de Jordi Pujol a la cabeza.
En el año 2002, centenario de su muerte, fue especialmente pródigo en manifestaciones tergiversadoras.
Joan Triadú, escritor y crítico literario, ha insinuado que la injusticia provocada por el predominio de una nación sobre otra fue el motivo que llevó a Verdaguer a “hacer patria” cantando a Cataluña en sus versos.
Victor Batallé, comisario del Año Verdaguer, apunta “razones secretas” –de carácter nacionalista, obviamente- en la obra del poeta, que hoy debe ser recordado “para mantener todo lo que nos hace diferentes”.
El propio Jordi Pujol ha afirmado que “el poeta nacional de Cataluña” puso su musa “al servicio de la recuperación de Cataluña como país” y que “mientras ayudaba a recuperar la lengua, conscientemente ayudaba a recuperar la patria”.
La evidente exaltación de Cataluña en sus obras, que se perfila como el principal motivo director de su producción profana, no implica negación alguna de lo español; al contrario, toda la obra de Verdaguer –profundamente española por ser profundamente catalana- respira un evidentísimo patriotismo español que desconcierta y se esfuerzan por ocultar los inventores de esa fantasmagórica Cataluña enemiga secular de España.
La obra de Verdaguer “Pàtria” (1888) es una recopilación de versos dedicados a Cataluña que se intentan presentar como el núcleo de la faceta nacionalista.
Si aquellos que han recibido en las aulas catalanas la enseñanza de que Verdaguer fue un notorio militante nacionalista abrieran las páginas de “Pàtria”, se encontrarían, ya desde la dedicatoria, con versos como éste destinados a la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña:
“Vostre blau mantell és gran; abrigau a tota l´Espanya,
lo regne de vostre amor, como un nuiet sota l´ala.”
(“Vuestro manto azul es grande, arropar a toda España,
el reino de vuestro amor, como un nido bajo el ala”).
En el prólogo a aquella primera edición de 1888 había escrito Jaume Collell:
“Aixís és como refarem i enaltirem la Pàtria catalana, anant sempre a la vanguardia en lo progrés i en la defensa de la Pàtria espanyola”.
(“Así es como reharemos y enalteceremos la Patria catalana, yendo siempre a la vanguardia en el progreso y la defensa de la Patria española”).
Junto a otras numerosas expresiones de catalanidad y españolidad, que para Verdaguer eran, naturalmente, la misma cosa, dedicó unos épicos versos a uno de los momentos cimeros de la historia de España, recordando la participación de los soldados catalanes junto a los otros españoles en la batalla de Lepanto, capitaneados por el castellano Don Juan de Austria y el catalán Don Luis de Requesens:
“¡Naus d´Espanya, sempre avant!;
al topar-se Europa y Àssia,
una o altra al fons del mar”.
(“¡Naves de España, siempre adelante!;
al toparse Europa y Asia,
una u otra al fondo del mar”).
En la oda dedicada a Barcelona, recordó Verdaguer la creación de la bandera española a partir de los colores de la señera y la principal participación de la ciudad condal en las empresas de América y Lepanto:
“Per ço da ducs a Atenes i comptes a Provença,
i per bandera a Espanya un tros del seu penó:
per ço ni un peix se veia dintre la mar immensa
que no dugués gravades les barres d´Aragó (…).
Aquí Don Joan D´Austria les àncores aferra,
duent-li de Lepanto llorers; allí Colón,
tornant d´aquell viatge que duplicà la terra,
als peus del Reis Catòlics féu rodolar un mon”.
(Por eso da duques de Atenas y condes de Provenza,
y por bandera a España un trozo de su pendón:
por eso ni un pez se veía en la mar inmensa
que no llevase grabada las barras de Aragón (…).
Aquí echó sus anclas Don Juan de Austria,
trayéndole laureles de Lepanto; allí Colón,
al volver de aquel viaje que duplicó la tierra,
hizo rodar un mundo a los pies de los Reyes Católicos”).
Al eminente guerrillero José Manso y Solá, uno de los grandes caudillos catalanes de la Guerra de la Independencia, le dedicó unos versos que concluían así:
“I lliure de cadenes la sempre invicta Espanya,
de llor cenyit son front,
amb refulgenta espasa tenyida amb sang estranya
del Pirineu atívol escriu en la muntanya:
Vencí a Napoleón”.
(“Y libre de cadenas la siempre invicta España,
su frente ceñida de laurel,
con refulgente espada teñida en sangre extraña
del Pirineo altivo escribió en la montaña:
Vencí a Napoleón”).
No sólo en este volumen se encuentran las referencias de Verdaguer a su patria, que abundaban por toda su obra. Por ejemplo, ésta es la estrofa final de “Somni de Sant Joan” (Sueño de San Juan):
“Aprés de mil anys de nit
del meu cor sortirá l´alba;
aprés de l´albada ´l sol,
lo sol de la gloria santa.
Batrá´l cor de tot un Deù
al pit de la raça humana;
son realme será´l mon,
peró son trono l´Espanya”.
(“Después de mil años tristes,
de mi amor surgirá el alba,
y después del alba, el sol,
el sol de la gloria santa.
Y latirá el corazón
de Dios en la raza humana;
su reino será este mundo
y su trono será España”).
En su poema “A la reina de Catalunya”, es decir, la virgen de Montserrat, Verdaguer escribió:
“Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
que ahir abrigava el mon,
i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
descoronar son front”.
(“Da abrigo a España, la maltrecha España
que ayer abrigaba el mundo,
y hoy es como el cedro que ve en la montaña
descoronar su frente”).
A la “Immaculada, patrona de Espanya” le imploró con estas palabras:
“Oh Verge Immaculada,
per vostra Concepció,
d´Espanya Reina amada, salvau vostra nació.
Vós, María, sou l´estrella
que guià Espanya al Nou Món,
la de l´alba hermosa i bella
de la gloria que se´ns pon.
Oh María, hermosa estrella,
replendiu d´Espanya al front.
Quan sa Reina era María,
nostre regne era el més gran,
sa bandera el mon cobría
des d´América a Lepant.
Si a regnar torna María
ses grandeses tornarán.
Vós d´Espanya sou la gloria,
Vos lo Sol del Principat;
nostra pàtria i nostra historia
Vos, oh Verge, ens ho heu donat:
tronos son de vostra glòria
Covadonga y Montserrat”.
(“Oh Virgen inmaculada,
por vuestra Concepción,
de España Reina amada,
salvad vuestra Nación.
Vos, María, sois la estrella
que guió España al Nuevo Mundo,
la del alba hermosa y bella
de la gloria que se nos pone.
Oh María, hermosa estrella,
resplandecéis de España en la frente.
Cuando su Reina era María,
nuestro reino era el más grande
su bandera al mundo cubría
desde América a Lepanto.
Si a reinar volviera María
sus grandezas volverán.
Vos de España sois la gloria,
vos el sol del Principado;
nuestra patria y nuestra historia
vos, oh Virgen, nos lo has dado:
tronos son de vuestra gloria
Covadonga y Montserrat”).
Junto a “La Atlántida”, su otro poema épico fue “Canigó” (1886), cantar de gesta sobre los orígenes cristianos de Cataluña en los albores de la Reconquista. Su título viene del nombre de la hermosa montaña que tras 1652 quedó en posesión de Francia. Así describió Verdaguer el macizo de la Maladeta:
“Los catalans que hi munten estimen més llur terra,
veient totes les serres vassalles de lur serra,
veient totes les testes als peus de llur tità;
los estrangers que obiren de lluny eixa muntanya,
-Aquel gegant -exclamen- és un gegant d´Espanya,
d´Espanya i català”.
(“Los catalanes que la suben aman más su tierra,
ven todas las sierras vasallas de su tierra,
ven todas las cabezas a los pies de su titán;
los extranjeros que contemplan de lejos esta montaña,
-Aquel gigante –exclaman- es un gigante de España,
de España y catalán”).
En 1897 Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, realizó la primera traducción al castellano de esta epopeya pirenaica. En agradecimiento a su trabajo, Verdaguer le escribió:
“Nadie mejor que usted podía traducir una obra dedicada a los Pirineos catalanes y en especial a la más hermosa de sus montañas, que la política sagaz de Richelieu y Mazarino arrancó a la corona de España (…). Ya que hemos perdido esa hermosa tierra, parte integrante de la antigua Cataluña, guardemos sus glorias, que glorias catalanas son, y por ende, españolas”.
Jacinto Verdaguer murió en “Vil.la Juana”, una residencia entre los bosques de Vallvidrera, el 10 de junio de 1902. Su entierro se convirtió en una grandiosa manifestación de duelo –a la que se calculó que asistieron más de mil personas- presidida por las autoridades barcelonesas y los representantes del rey y el Gobierno, que poco antes le había concedido la Gran Cruz de Alfonso XII.
En esos años, inspirado por sus travesías oceánicas entre la península y Cuba, comenzó a esbozar un largo poema épico titulado “Espanya naixent” (España naciente), primera forma de lo que, tras una elaboración de varios años, acabaría siendo “La Atlántida”, monumental poema, premiado en los Juegos Florales de 1877, que le valdría el reconocimiento general tanto en España como en el resto de Europa.
Se trataba de una visión mitológica del hundimiento del Continente perdido y la futura misión americana de España y Colón. Éste, tras el relato de un anciano sobre el mítico Continente, ofrece a Génova, Venecia y Portugal tender un puente sobre el océano Atlántico hasta las tierras del otro lado del mundo, pero sólo encontrará comprensión y ayuda en Isabel la Católica, “la reina de les reines que hi ha hagut” (“la reina de las reinas que ha habido”).
“Vet aquí, Colom, mes joies;
compra, compra alades naus;
jo m´ornaré amb bonicoies
violetes y capblaus”.
(“Colón, mis joyas te doy
para que naves aprontes;
yo me adornaré desde hoy
con violetas de los montes”).
Y con estos versos finalizó la epopeya:
“Lo savi ancià, que des d´un cim l´obira,
sent estremir lo cor com un lira;
veu a l´Angel d´Espanya, hermós i bell,
que ahir amb ses ales d´or cobrí a Granada,
eixamplar-les avui com l´estelada
i fer-ne l´ampla terra son mantell.
Veu morgonar amb l´espanyol imperi
l´arbre sant de la Creu a altre hemisferi,
i el món a la seva ombra reflorir;
encarnar-s´hi del cel la saviesa;
i diu a qui s´enlaira sa escomesa:
-Vola, Colon…ara ja puc morir!”.
(“El sabio anciano, que le contempla desde una cima,
siente estremecer su corazón como un lira; ve el Ángel de España, hermoso y bello, que con sus alas de oro ayer cobijó a Granada, extenderlas hoy por el firmamento, y a la amplia tierra hacer de ellas su manto. Ve brotar, junto con el imperio español, el santo árbol de la Cruz en otro hemisferio, y el mundo florecer a su sombra; encarnarse en él la celeste sabiduría; y dice a quien se lanza a su encuentro: -¡Vuela, Colón…ahora ya puedo morir!”).
Sus versos religiosos (Idil.lis i cants mistics, Caritat, Sant Francesc, Flors del Calvari, Lo somni de Sant Joan, Jesús Infant, Al cel, Eucarístiques, etc.), alcanzaron cimas de misticismo que le convirtieron en el digno heredero de la gran poesía religiosa española de los siglos de oro.
La manipulación nacionalista.
Dedicó muchas de sus páginas a cantar con excelsa inspiración las costumbres, el paisaje, la historia y las leyendas de su tierra, lo que ha servido a los manipuladores de hoy para presentar a Verdaguer con ropajes nacionalistas que dejarían estupefacto al interesado si pudiese enterarse de la grosera falsificación que todo tipo de agitadores políticos perpetran diariamente con su persona y su obra, con los gobiernos de Jordi Pujol a la cabeza.
En el año 2002, centenario de su muerte, fue especialmente pródigo en manifestaciones tergiversadoras.
Joan Triadú, escritor y crítico literario, ha insinuado que la injusticia provocada por el predominio de una nación sobre otra fue el motivo que llevó a Verdaguer a “hacer patria” cantando a Cataluña en sus versos.
Victor Batallé, comisario del Año Verdaguer, apunta “razones secretas” –de carácter nacionalista, obviamente- en la obra del poeta, que hoy debe ser recordado “para mantener todo lo que nos hace diferentes”.
El propio Jordi Pujol ha afirmado que “el poeta nacional de Cataluña” puso su musa “al servicio de la recuperación de Cataluña como país” y que “mientras ayudaba a recuperar la lengua, conscientemente ayudaba a recuperar la patria”.
La evidente exaltación de Cataluña en sus obras, que se perfila como el principal motivo director de su producción profana, no implica negación alguna de lo español; al contrario, toda la obra de Verdaguer –profundamente española por ser profundamente catalana- respira un evidentísimo patriotismo español que desconcierta y se esfuerzan por ocultar los inventores de esa fantasmagórica Cataluña enemiga secular de España.
La obra de Verdaguer “Pàtria” (1888) es una recopilación de versos dedicados a Cataluña que se intentan presentar como el núcleo de la faceta nacionalista.
Si aquellos que han recibido en las aulas catalanas la enseñanza de que Verdaguer fue un notorio militante nacionalista abrieran las páginas de “Pàtria”, se encontrarían, ya desde la dedicatoria, con versos como éste destinados a la Virgen de Montserrat, patrona de Cataluña:
“Vostre blau mantell és gran; abrigau a tota l´Espanya,
lo regne de vostre amor, como un nuiet sota l´ala.”
(“Vuestro manto azul es grande, arropar a toda España,
el reino de vuestro amor, como un nido bajo el ala”).
En el prólogo a aquella primera edición de 1888 había escrito Jaume Collell:
“Aixís és como refarem i enaltirem la Pàtria catalana, anant sempre a la vanguardia en lo progrés i en la defensa de la Pàtria espanyola”.
(“Así es como reharemos y enalteceremos la Patria catalana, yendo siempre a la vanguardia en el progreso y la defensa de la Patria española”).
Junto a otras numerosas expresiones de catalanidad y españolidad, que para Verdaguer eran, naturalmente, la misma cosa, dedicó unos épicos versos a uno de los momentos cimeros de la historia de España, recordando la participación de los soldados catalanes junto a los otros españoles en la batalla de Lepanto, capitaneados por el castellano Don Juan de Austria y el catalán Don Luis de Requesens:
“¡Naus d´Espanya, sempre avant!;
al topar-se Europa y Àssia,
una o altra al fons del mar”.
(“¡Naves de España, siempre adelante!;
al toparse Europa y Asia,
una u otra al fondo del mar”).
En la oda dedicada a Barcelona, recordó Verdaguer la creación de la bandera española a partir de los colores de la señera y la principal participación de la ciudad condal en las empresas de América y Lepanto:
“Per ço da ducs a Atenes i comptes a Provença,
i per bandera a Espanya un tros del seu penó:
per ço ni un peix se veia dintre la mar immensa
que no dugués gravades les barres d´Aragó (…).
Aquí Don Joan D´Austria les àncores aferra,
duent-li de Lepanto llorers; allí Colón,
tornant d´aquell viatge que duplicà la terra,
als peus del Reis Catòlics féu rodolar un mon”.
(Por eso da duques de Atenas y condes de Provenza,
y por bandera a España un trozo de su pendón:
por eso ni un pez se veía en la mar inmensa
que no llevase grabada las barras de Aragón (…).
Aquí echó sus anclas Don Juan de Austria,
trayéndole laureles de Lepanto; allí Colón,
al volver de aquel viaje que duplicó la tierra,
hizo rodar un mundo a los pies de los Reyes Católicos”).
Al eminente guerrillero José Manso y Solá, uno de los grandes caudillos catalanes de la Guerra de la Independencia, le dedicó unos versos que concluían así:
“I lliure de cadenes la sempre invicta Espanya,
de llor cenyit son front,
amb refulgenta espasa tenyida amb sang estranya
del Pirineu atívol escriu en la muntanya:
Vencí a Napoleón”.
(“Y libre de cadenas la siempre invicta España,
su frente ceñida de laurel,
con refulgente espada teñida en sangre extraña
del Pirineo altivo escribió en la montaña:
Vencí a Napoleón”).
No sólo en este volumen se encuentran las referencias de Verdaguer a su patria, que abundaban por toda su obra. Por ejemplo, ésta es la estrofa final de “Somni de Sant Joan” (Sueño de San Juan):
“Aprés de mil anys de nit
del meu cor sortirá l´alba;
aprés de l´albada ´l sol,
lo sol de la gloria santa.
Batrá´l cor de tot un Deù
al pit de la raça humana;
son realme será´l mon,
peró son trono l´Espanya”.
(“Después de mil años tristes,
de mi amor surgirá el alba,
y después del alba, el sol,
el sol de la gloria santa.
Y latirá el corazón
de Dios en la raza humana;
su reino será este mundo
y su trono será España”).
En su poema “A la reina de Catalunya”, es decir, la virgen de Montserrat, Verdaguer escribió:
“Donau abric a Espanya, la malmenada Espanya
que ahir abrigava el mon,
i avui és com lo cedre que veu en la muntanya
descoronar son front”.
(“Da abrigo a España, la maltrecha España
que ayer abrigaba el mundo,
y hoy es como el cedro que ve en la montaña
descoronar su frente”).
A la “Immaculada, patrona de Espanya” le imploró con estas palabras:
“Oh Verge Immaculada,
per vostra Concepció,
d´Espanya Reina amada, salvau vostra nació.
Vós, María, sou l´estrella
que guià Espanya al Nou Món,
la de l´alba hermosa i bella
de la gloria que se´ns pon.
Oh María, hermosa estrella,
replendiu d´Espanya al front.
Quan sa Reina era María,
nostre regne era el més gran,
sa bandera el mon cobría
des d´América a Lepant.
Si a regnar torna María
ses grandeses tornarán.
Vós d´Espanya sou la gloria,
Vos lo Sol del Principat;
nostra pàtria i nostra historia
Vos, oh Verge, ens ho heu donat:
tronos son de vostra glòria
Covadonga y Montserrat”.
(“Oh Virgen inmaculada,
por vuestra Concepción,
de España Reina amada,
salvad vuestra Nación.
Vos, María, sois la estrella
que guió España al Nuevo Mundo,
la del alba hermosa y bella
de la gloria que se nos pone.
Oh María, hermosa estrella,
resplandecéis de España en la frente.
Cuando su Reina era María,
nuestro reino era el más grande
su bandera al mundo cubría
desde América a Lepanto.
Si a reinar volviera María
sus grandezas volverán.
Vos de España sois la gloria,
vos el sol del Principado;
nuestra patria y nuestra historia
vos, oh Virgen, nos lo has dado:
tronos son de vuestra gloria
Covadonga y Montserrat”).
Junto a “La Atlántida”, su otro poema épico fue “Canigó” (1886), cantar de gesta sobre los orígenes cristianos de Cataluña en los albores de la Reconquista. Su título viene del nombre de la hermosa montaña que tras 1652 quedó en posesión de Francia. Así describió Verdaguer el macizo de la Maladeta:
“Los catalans que hi munten estimen més llur terra,
veient totes les serres vassalles de lur serra,
veient totes les testes als peus de llur tità;
los estrangers que obiren de lluny eixa muntanya,
-Aquel gegant -exclamen- és un gegant d´Espanya,
d´Espanya i català”.
(“Los catalanes que la suben aman más su tierra,
ven todas las sierras vasallas de su tierra,
ven todas las cabezas a los pies de su titán;
los extranjeros que contemplan de lejos esta montaña,
-Aquel gigante –exclaman- es un gigante de España,
de España y catalán”).
En 1897 Jerónimo López de Ayala, conde de Cedillo, realizó la primera traducción al castellano de esta epopeya pirenaica. En agradecimiento a su trabajo, Verdaguer le escribió:
“Nadie mejor que usted podía traducir una obra dedicada a los Pirineos catalanes y en especial a la más hermosa de sus montañas, que la política sagaz de Richelieu y Mazarino arrancó a la corona de España (…). Ya que hemos perdido esa hermosa tierra, parte integrante de la antigua Cataluña, guardemos sus glorias, que glorias catalanas son, y por ende, españolas”.
Jacinto Verdaguer murió en “Vil.la Juana”, una residencia entre los bosques de Vallvidrera, el 10 de junio de 1902. Su entierro se convirtió en una grandiosa manifestación de duelo –a la que se calculó que asistieron más de mil personas- presidida por las autoridades barcelonesas y los representantes del rey y el Gobierno, que poco antes le había concedido la Gran Cruz de Alfonso XII.
3 comentarios:
Si por un casual, esto te interesa:
http://www.fotomadrid.com/ver/1104
Y luego dicen que somos malos...
No conocía esa estatua en Madrid.
Me encanta ver como a un español de la talla de Verdaguer se le reconoce por toda su tierra.
Un saludo y gracias por la imagen.
No sabía que Don Jacinto Verdaguer era tan granse, gracias por el Blog.
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