Castilla mantuvo el
“monopolio” en la conquista de América y su comercio. Aunque
históricamente sigue habiendo un misterio, pues no se conoce un solo texto leal
que prohibiera a los catalanes ir a América, excepto el testamento de Isabel la
Católica, que concede a los castellanos ese usufructo. En las Cortes de Monzón
de 1585, los procuradores se quejaron de que no se permitiera a los naturales
de Aragón trasladarse a las Indias. Pero, como propone el historiador Xavier
Fàbregas:
“Quien se proponía
pasar a América había de vencer una serie de dificultades, pero si actuaba con
tozudez acababa llegando. El monopolio representaba más un freno colectivo que
un freno individual”.
Un profesor de la Universidad de Barcelona, Carlos Martínez
Shaw publicaba, en 1981 Cataluña en la
carrera de las Indias, en la que demuestra que Cataluña no fu excluida del
comercio con América. Un ejemplo de esta permeabilidad es Joan Claret, un
comerciante del siglo XVI, que financió expediciones a América, o la familia
Cabot, que fue extendiendo sus redes comerciales por el Río de la Plata.
A finales del siglo XVII se producirán las primeras oleadas
de misioneros catalanes y en el siglo XVIII, de comerciantes, gracias a las
disposiciones de Carlos III. Pese a que los nacionalistas desprecian el Decreto
de Nueva Planta, fue gracias a él que se eliminaron las aduanas interiores y
así los súbditos de la Corona de Aragón pudieron acceder a comerciar a América.
Un importante detalle histórico a tener en cuenta es que los
catalanes, con los años, se habían adueñado del negocio de las aduanas
interiores establecidas por Castilla. Los beneficios que suponían para Cataluña
eran sustanciosos. Por eso, luchar contra el monopolio de Castilla implicaba
también sacrificar el gran negocio que las aduanas suponían.
También se podría explicar la ausencia proporcional de
catalanes en los dos primeros siglos de la conquista de América no tanto por
las dificultades sino por el espíritu catalán de aquel entonces. Jaume Vicens
Vives propone en su Notícia de Catalunya
que:
“Los catalanes del
siglo XVI habían llevado una existencia mediocre, pero satisfecha. Castilla
había tomado la dirección de los asuntos externos de la Monarquía hispánica,
tanto en la vieja Europa como en la nueva América, y ningún catalán le
regateaba los laureles de la gloria ni el peso asfixiante de la lucha. Los
burgueses barceloneses se entretenían en sus torres de la cercanía urbana,
atendían a la mejora del cultivo de la tierra y se embarcaban pocas veces en un
pequeño comercio mediterráneo”.
Una gran verdad que no quita la presencia de catalanes en
América que podrían rivalizar con Pizarro o Cabeza de Vaca.
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