Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña
En el siglo XVIII los viajes de investigación a las regiones
de ultramar se multiplican y además amplían sus objetivos, de tal manera que
hablar de Ilustración es relacionarla inexorablemente con viajes. España
organizó su viaje de exploración al Pacífico y el Atlántico Sur en el navegante
y explorador italiano Alejandro Malaspina.
LOS SOLDADOS DE NOOTKA: TROPAS COLONIALES ESPAÑOLAS EN
CANADA A FINALES DEL SIGLO XVIII.
Cuando España estableció un puesto permanente en Nootka en 1790, envió allí una compañía de guarnición, la Primera Compañía franca de Voluntarios de Cataluña. Este fue el primer grupo relativamente importante de europeos que llegaba a la isla de Vancuver con el propósito de permanecer en ella durante más que una temporada. Militarmente hablando, esta unidad fue la primera apostada en lo que hoy es la Columbia Británica, y construyó la primera fortificación al estilo europeo -una batería de artillería- en lo que hoy es la costa canadiense del Pacífico.
El establecimiento de Nootka desencadenó una crisis que
estuvo a punto de provocar una guerra entre Gran Bretaña, España y Francia.
Afortunadamente, prevaleció la templanza. La solución diplomática a la crisis
de Nootka, resuelta en Europa, preveía que la plaza debería evacuarse puesto
que nadie deseaba ir a la guerra. Pero en el interin, los Voluntarios Catalanes
sirvieron en Nootka durante varios años, luego remplazados por una escuadra de
19 hombres bajo el mando de un sargento de la Compañía de San Blas, que la evacuaron
al retirarse finalmente en 1795.
LOS VOLUNTARIOS DE CATALUÑA.
Este cuerpo colonial se formó
en abril de 1767, como una compañía independiente. Sus 4 oficiales, 4
sargentos, 2 tambores y 94 cabos y soldados fueron destacados del Segundo
Regimiento de Voluntarios de Cataluña, en Barcelona. El Segundo regimiento
metropolitano había sido reclutado cinco años antes en la montañosa provincia
de Cataluña, al nordeste de España, vestido y equipado conforme al tradicional
estilo de los Migueletes, unidades de infantería ligera de montaña. Como
resultado, la nueva Compañía asumió las tradiciones del 2º Regimiento. Aunque
formada en 1767, la colonial Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña
reclamaba su precedencia desde 1762, fecha de creación del 20 Regimiento, y
llevaba el mismo uniforme azul con divisa amarilla y botones en plata. Hubo
variaciones en algunos detalles, como se verá más abajo.
La nueva Compañía Independiente estaba originalmente
prevista para servir en La Habana, pero se juzgó más urgente la necesidad de
tropas en Nueva España y los Voluntarios Catalanes zarparon de Cádiz, a finales
de abril, con destino a Méjico. Tras una escala en La Habana, desembarcaron en
Veracruz en agosto y marcharon al interior del país. El cuerpo fue destinado a
Tepic pero poco después sería empleado en la expedición de Sonora, donde
encontraron a otra unidad colonial catalana: los Fusileros de Montaña.
En 1769, un destacamento de Voluntarios de Cataluña exploró
la Alta California (actual estado de California, Estados Unidos), colaborando
en la construcción de San Diego y Monterrey, y formó parte de la expedición que
descubrió la Bahía de San Francisco en octubre del mismo año.
El 12 de noviembre de 1772 se enviaron instrucciones desde
España para fusionar las dos unidades catalanas en un único cuerpo de dos
compañías de Voluntarios de Cataluña. De acuerdo con ellas, las dos compañías
fueron organizadas a principios de 1773, consistiendo cada una de 3 oficiales y
80 hombres. En adelante, la unidad fue definitivamente incluida entre las
tropas coloniales regulares de Nueva España.
Guadalajara se convirtió en la base de las dos compañías
catalanas, alternándose en el servicio de las provincias fronterizas hasta que
una era relevada por la otra, mientras que la compañía que quedaba en
Guadalajara aportaba pequeños destacamentos a San Blas y Real del Monte. Otros
fueron enviados para la exploración de la Alta California junto a la caballería
presidial. Las misiones se sucedían y, paulatinamente, los Voluntarios de Cataluña
se convirtieron en una verdadera unidad colonial.
A finales de agosto de 1789, la primera compañía permanecía
tranquilamente en Guadalajara cuando se recibieron órdenes de Ciudad de Méjico
para que preparasen su marcha a la base naval de San Blas, con vistas a una
expedición al Pacífico Norte. Mandaba la Primera Compañía el Capitán Pedro
Alberni, que tenía algunos hombres enfermos y el equipo en deficiente estado
para acometer tal expedición. Finalmente rehecha, a falta de un oficial que
quedó enfermo, la compañía partió hacia San Blas el 2 de enero de 1790. El
Capitán Alberni y su compañía embarcaron en la fragata Concepción, al mando del
Teniente de navío Francisco Eliza, que zarpó el 3 de febrero hacia Nootka,
junto con el San Carlos y la Princesa Real.
El 25 de marzo, la Concepción y el San Carlos anclaron en
Nootka. Pronto desembarcaron 80 hombres que comenzaron a trabajar en la
reparación y mejora de los barracones, empalizadas y plataformas de los cañones
que había construido el Capitán Martínez el año anterior. Hacia mediados de
abril, una batería de artillería dominaba la entrada a la Ensenada de Nootka
desde una posición eminente. Se la llamó Batería de San Miguel. La Princesa
Real permaneció anclada en la rada y, eventualmente, fue utilizada como batería
flotante de apoyo a la de San Miguel. Estos trabajos defensivos eran
relativamente modestos, como en todos los presidios españoles al norte de
Méjico. Ninguno habría resistido el asedio de una fuerza europea bien equipada,
más bien eran avanzadillas de la civilización en los confines del mundo
conocido. La batería de Nootka habría podido oponerse a mercantes bien armados
o, incluso, a una fragata. Realmente, era todo lo que se necesitaba ya que la
probabilidad de encontrarse con grandes buques de línea en el Pacífico Norte
era muy remota en aquella época.
Las fortificaciones fueron diligentemente mejoradas y, para
el verano de 1792, los cañones de la batería de San Miguel estaban protegidos
por troneras y también se había construido una nueva residencia de paredes
encaladas para los oficiales, mucho más confortable. Un interesante aspecto de
las fortificaciones de Nootka era la ausencia de defensas contra fuerzas de
desembarco de posibles enemigos, o contra indios que atacaran por tierra.
Claramente, el ataque terrestre no fue considerado como la mayor amenaza.
La estancia de la Compañía de Voluntarios Catalanes en
Nootka -quizá uno de los puestos más desamparados del Imperio español- fue muy
dura. La zona era de gran belleza escénica, pero ello debía ser de poco
consuelo para unos hombres acostumbrados al cálido y soleado clima de Méjico
mientras soportaban el frío, el viento y las lluvias invernales en la Isla de
Vancuver. No todos se quedaron en Nootka, algunos fueron destinados para servir
como marines a bordo de los veleros que partían de exploración mucho más al
Norte. En 1791, 10 soldados fueron destacados para la expedición de Francisco
Eliza a Mount Elias (Alaska). En 1792, un grupo de catalanes fue repartido en
varios buques: 45 en la Princesa, 43 en la Virgen de Aranzazu, 40 en la Activa
y 3 en la Mexicana. A pesar de las precauciones tomadas para el servicio en el
Pacífico Norte, muchos perecieron de enfermedades y otros desertaron. En marzo
de 1793, la compañía había quedado reducida a 59 soldados, frente a su máximo
de 80. De ellos, solo había 14 en Nootka, los supervivientes de un crudo
invierno que había causado muchas víctimas; los demás estaban a bordo de los
buques de exploración. De todas formas, llegaron órdenes de reducir la guarnición
de Nootka a 10 hombres, bajo el mando del Alférez Saavedra. En junio de 1794
fueron relevados por un contingente de 19 soldados, bajo el mando del Sargento
segundo Virueta, destacados de la compañía de guarnición de la base naval de
San Blas, en Méjico.
Así concluyó el periplo de servicio de los Voluntarios de
Cataluña en lo que hoy es una parte de Canadá. La unidad fue destinada después
en California y, más adelante, contra los insurgentes en Méjico. Allí recibió
los elogios del Virrey Calleja por su buen historial de servicios, pero había
perdido demasiados hombres y poco después de 1815, fue amalgamada entre otras
unidades realistas.
El servicio de guarnición en Nootka de los 20 hombres de
este cuerpo terminó el 23 de marzo de 1795. De acuerdo con las formalidades
previstas por los comisionados hispano-británicos, las últimas tropas españolas
embarcaron en la Activa y abandonaron el Estrecho de Nootka a sus originales
dueños; el jefe Maquina y sus súbditos.